(Buscando en el quinotero
esos
quinotos tardíos,
esos
quinotos ignotos
que
andan, por ahí, perdidos.)
Metido en el
quinotero
Metido
en el quinotero
tras
algún fruto perdido,
el
quinotero me dice
con
sus ramas, con sus hojas:
“¡dale,
dejame tranquilo!”.
Metido
en el quinotero
tras
un quinoto escondido,
el
quinotero me abraza,
y
sus ramas me acarician
como
si fuera un amigo.
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