11 de marzo de 2012

Dí-símiles (Primera parte)

Por cada cosa que uno quiere decir,
decir un símil.

Por ejemplo, en vez de decir que la pipa
tenía un sabor feo digo: “la pipa sabía
a trapo de plomero”.

El gran maestro de los Dí-símiles fue el escritor
Raymond Chandler, quien los ponía en boca
de su personaje Philip Marlowe.
Chandler bromeaba sobre el asunto haciéndole
decir a Marlowe: “¿Por qué para un escritor
una cosa siempre tiene que ser una cosa distinta?”



Chandler también hablaba en serio sobre el asunto
y en una carta decía: “Si usan símiles, traten
de hacerlos a la vez extravagantes y originales”.



Más ejemplos de Chandler:

“El doctor Carl Moss... tenía la calma de un glaciar”.

“El enternecedor diálogo de una novela de radio...
se estrelló contra mi rostro como una toalla mojada”.

“... se rascó el mentón con una uña del pulgar
que parecía la hoja de una pala”.

“... el viejo ascensor subía por el hueco,
esforzándose como un camión cargado de guijarros
en una curva cerrada”.


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