25 de septiembre de 2023
24 de septiembre de 2023
23 de septiembre de 2023
¡Carreras de Primavera!
¡Carreras de Primavera!
Los brotes aquí en
mi calle
—justo frente a mi
balcón—
crecen minuto a
minuto:
¡ya comenzó la
estación!
Los brotes frente al
balcón
—justo frente a mi
ventana—
van creciendo a mil
por hora
—de la mañana a la
noche,
de la noche a la
mañana.
Los fresnos de mi
cortada,
parece, corren
carreras
—crecen minuto a
minuto,
van creciendo a mil
por hora—
a ver quién se brota
antes,
a ver quién brota
primero:
¡carreras de
Primavera!
Douglas Wright
15 de septiembre de 2023
Jazmines lejanos
Jazmines lejanos
Jazmines lejanos,
aromas distantes
tal vez de otro mundo,
tal vez de otro plano.
Aroma fragante,
tenue, delicado,
ramito invisible
temblando en mi mano.
Jazmines lejanos,
aromas sutiles
tal vez de mi infancia,
tal vez del pasado.
Aroma vital,
suave, persistente,
jazmines lejanos
temblando en mi mente.
Jazmines lejanos,
jazmines lejanos,
jazmines lejanos...
Douglas Wright
6 de septiembre de 2023
Zambita de la ciudad
Zambita de la ciudad
Letra y música: Douglas Wright
Zambita de la ciudad,
la que le canta a mis penas,
ahuyenta las penas malas
y me acaricia las buenas.
Zambita de la ciudad,
la que canta mi alegría,
en el balcón de mi alma
suena de noche y de día.
Zambita de la ciudad,
mi zambita ciudadana,
no le canta a la montaña,
ni a la quebrada, ni al valle,
sino al cielo de mi calle,
sino al sol de la mañana.
Zambita de la ciudad,
zambita humilde, modesta,
cada vez que yo la canto
me pone el alma de fiesta.
Zambita de la ciudad,
de mi cortada Amambay,
zambita de lo que tengo,
zambita de lo que hay.
Zambita de la ciudad,
que suena donde me halle,
no le canta a la montaña,
ni al valle, ni a la quebrada,
sino al sol de la mañana,
sino al cielo de mi calle.
Letra y música: Douglas Wright
Zambita de la ciudad,
la que le canta a mis penas,
ahuyenta las penas malas
y me acaricia las buenas.
Zambita de la ciudad,
la que canta mi alegría,
en el balcón de mi alma
suena de noche y de día.
Zambita de la ciudad,
mi zambita ciudadana,
no le canta a la montaña,
ni a la quebrada, ni al valle,
sino al cielo de mi calle,
sino al sol de la mañana.
Zambita de la ciudad,
zambita humilde, modesta,
cada vez que yo la canto
me pone el alma de fiesta.
Zambita de la ciudad,
de mi cortada Amambay,
zambita de lo que tengo,
zambita de lo que hay.
Zambita de la ciudad,
que suena donde me halle,
no le canta a la montaña,
ni al valle, ni a la quebrada,
sino al sol de la mañana,
sino al cielo de mi calle.
12 de agosto de 2023
5 de agosto de 2023
El Jardinero Mágico IV - tiras con textos
Las tiras del Jardinero Mágico
acompañadas por pequeños textos.
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El Jardinero Mágico-Historieta de humor,
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30 de julio de 2023
El Jardinero Mágico III - tiras con textos
Las tiras del Jardinero Mágico
acompañadas por pequeños textos.
Etiquetas:
El Jardinero Mágico-Historieta de humor,
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26 de julio de 2023
El Jardinero Mágico II - tiras con textos
Las tiras del Jardinero Mágico
acompañadas por pequeños textos.
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El Jardinero Mágico-Historieta de humor,
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25 de julio de 2023
El Jardinero Mágico - tiras "mudas"
Una selección de las tiras "mudas"
del Jardinero Mágico.
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13 de julio de 2023
Esas gotitas de lluvia
Esas gotitas de lluvia
(que andan brillando en las ramas)
A veces son
pajaritos,
a veces son nubes
blancas,
a veces gotas de
lluvia,
aquí, frente a mi
ventana.
A mí me gusta
llamarlos
"milagritos
cotidianos"
—esas cosas de la
vida
que son como unos regalos.
Milagritos cotidianos,
milagros de la
mañana:
esas gotitas de
lluvia
que andan brillando
en las hojas,
que andan brillando
en las ramas.
Douglas Wright
6 de julio de 2023
Mirando por la ventana
Mirando por la ventana
(por la ventana del alma)
hacia afuera y hacia adentro;
por la ventana de casa
—la ventana de mi pieza—
y la ventana del alma
—la ventana de mi mente
y la de mis sentimientos.
que a veces son una sola
cuando miro lo de afuera
—las cosas de la ventana—
con los ojos de mi alma
y mi alma las saluda,
mi alma les dice "hola".
y siendo yo lo mirado;
lo de afuera es lo de adentro,
lo de adentro es lo de afuera
—los dos lados son lo mismo,
los dos son el mismo lado—;
mirando por la ventana,
por la ventana del alma:
¡una especie de milagro!
29 de junio de 2023
Pajarito, pajarito
Pajarito, pajarito
Pajarito, pajarito,
en la punta de una
rama
del gran álamo
gigante
justo frente a mi
ventana.
Pajarito, pajarito,
posadito en una
rama,
solitario, pensativo
en esta otoña
mañana.
Pajarito, pajarito,
mirando hacia el
infinito,
solitario,
pensativo,
calladito,
calladito.
Pajarito, pajarito,
solitario,
pensativo,
mi mente de pajarito
se posa un rato en
tu rama,
se vuela un rato
contigo.
Douglas Wright
25 de junio de 2023
El sol se mete en mi pieza
El sol se mete en mi pieza
El sol se mete en mi
casa,
el sol se mete en mi
pieza,
el sol, ¿qué sé yo?,
parece
casi como que
bosteza.
El sol me dice
"buen día"
y yo le digo
"buen día",
no tanto con las
palabras
sino con mis
sentimientos,
¿qué sé yo?, con mi
alegría.
El sol se mete en mi
pieza,
el sol se mete en mi
casa,
el sol, ¿qué sé yo?,
parece
casi como que me
mima,
casi como que me
arrulla
casi como que me
abraza.
Douglas Wright
23 de junio de 2023
Tres pajaritos
Tres pajaritos
de los árboles de invierno
que están frente al ventanal,
sin embargo ahí están,
parados los tres juntitos,
en una sola ramita.
los viera y tomara nota,
pegaron un saltito, uno
tras otro, y partieron
para posarse frente a
la ventana de algún otro
admirador de estos
"milagritos cotidianos".
17 de junio de 2023
9 de junio de 2023
28 de mayo de 2023
Voy hacia el Norte
La letra de
esta “zambita mínima” parece —casi— un glosario
de palabras y
términos relacionados con el noroeste argentino.
Algunas —como
“cielo”, “sol”, “cerros” y “quebrada”— tienen que ver
con la
naturaleza.
Otras —como
“Pachamama” y “Tata Dios”—, con la cultura.
En medio —tal
vez—, esta zambita que las nombra y que las canta.
----
Voy hacia el Norte
(zambita
mínima)
Letra y música: Douglas Wright
Voy hacia el
Norte, donde está el cielo,
voy hacia el
Norte, donde está el sol;
con mi burrito,
por la quebrada,
a paso lento vamos
los dos…
Con mi burrito,
por la quebrada,
a paso lento vamos
los dos.
Voy hacia el
Norte, donde está el cielo,
voy hacia el
Norte, donde está el sol;
cerros y
valles, soles y lunas,
la Pachamama y
el Tata Dios…
Cerros y
valles, soles y lunas,
la Pachamama y
el Tata Dios.
Altos, los cerros, altas, las nubes,
cielo y más cielo y arriba el sol;
piedras y espinas, cardos y tunas,
y una coplita para el adiós.
Voy hacia el
Norte, donde está el cielo,
voy hacia el
Norte, donde está el sol;
yo voy cantando
por la quebrada
y entre los
cerros suena mi voz…
Yo voy
cantando por la quebrada
y entre los
cerros suena mi voz.
Voy hacia el
Norte, donde está el cielo,
voy hacia el
Norte, donde está el sol;
subo trepando
a paso lento,
bajo trotando
a paso veloz…
Subo trepando
a paso lento,
bajo trotando
a paso veloz.
Altos, los cerros, altas, las nubes,
cielo y más cielo y arriba el sol;
piedras y espinas, cardos y tunas,
y esta zambita para el adiós.
24 de mayo de 2023
19 de mayo de 2023
7 de mayo de 2023
3 de mayo de 2023
29 de abril de 2023
¡Otoño es la estación!
¡Otoño es la estación!
Otoño en los
suburbios,
otoño en mi balcón,
otoño en todas
partes:
¡otoño es la
estación!
Las hojas son de
cobre,
las calles son de
oro,
otoño en todas
partes:
¡otoñal es el modo!
¡Otoño, otoño,
otoño!,
otoño es la canción
que suena en todas
partes,
que canta el
corazón.
De otoño está mi
calle,
de otoño está mi
barrio,
de otoño, las
veredas,
los techos y los
patios.
Los fresnos se
deshojan
en pétalos dorados
dorando las veredas,
dorando el
empedrado.
¡Otoño, otoño,
otoño!,
otoño es la canción
que suena en todas
partes,
que suena en todos
lados:
¡otoño es la
estación!
Douglas Wright
27 de abril de 2023
Como pétalos del cielo
Como pétalos del cielo
Las hojitas, en el
aire,
como pétalos del
cielo,
van cayendo, una a
una,
alfombrando todo el
suelo.
Las hojitas, como
pétalos,
como pétalos del
aire,
van cubriendo todo
el suelo,
van alfombrando la
calle.
Las hojitas van
cayendo
como pétalos del
alma
de este otoño
remolón
lleno de paz y de
calma.
Douglas Wright
26 de abril de 2023
Allá, donde el agua termina
Allá, donde el agua termina
Allá, donde el agua
termina,
es donde nacen las
nubes;
¿será que el agua,
cansada,
se va a descansar al
cielo,
y por eso en nubes
sube?
Allá, donde el río
termina,
veo las nubes subir;
¿será que el agua,
contenta,
sube al cielo, en
salpicones,
dele reír y reír?
Allá, donde termina
el mar,
veo nubes en
bandadas;
¿será que el agua
recuerda
su origen, allá en
el cielo,
y al cielo vuelve,
de nuevo,
como agitando las
alas?
Douglas Wright
24 de marzo de 2023
Luciano y su mamá - IX
Luciano y su mamá - IX
Los rollos y la memoria
El
pajarito dio tres saltos, guiñó un ojo y comenzó a beber del pequeño charco que
se había formado debajo de la manguera. Colgaba enrollada de un clavo en el
galpón de las herramientas que estaba en el fondo de la casa de Luciano. Desde
la ventana de la cocina, él miraba pensativo.
—Mamá ¿por qué, aunque la manguera del jardín esté enrollada, el agua sale derecha? —preguntó.
—No lo sé, Luciano —la mamá caminó hasta la ventana y se puso a mirar en la misma dirección que su hijo.
—Debe ser porque el agua no tiene memoria y, cuando llega al final de la manguera, ya no se acuerda de las curvas —Luciano señalaba con el dedo y hacía movimientos circulares.
—Puede ser —respondió la mamá, pensativa.
—Igual que el espiral para los mosquitos: aunque está enrollado, el humo sale derecho, menos cuando hay viento. Pero entonces debe ser el viento el que está enrollado, supongo —ahora Luciano miraba a su mamá.
Ella bajó la mirada de la ventana y respondió:
—Ahá.
—En cambio el alambre es distinto. Si está enrollado después es un lío enderezarlo. Se nota que el alambre sí tiene memoria.
—Hmmm...
—Pero la música que está en un disco, por ejemplo, está guardada en círculos, enrollada como la manguera o el espiral para los mosquitos, y después sale derecha ¿no?, igual que el agua o el humo.
—Así es, Luciano —dijo la mamá, mirando atentamente la mano de su hijo, que ahora dibujaba una línea recta.
—Yo pienso que en el caso de la música la cuestión es diferente. Creo que la música tiene una gran memoria y se acuerda de enderezarse antes de salir. Así la podemos escuchar bien.
—Sí.
—Los pelos colorados de Romina están enrollados en su cabeza. Hoy se cortó uno y no lo pudimos enderezar.
—¿Sí?
—Debe ser por eso que Romina tiene tan buena memoria.
—¡Ahhh...!
—Bueno má, me voy a investigar estas cuestiones de la memoria. ¿Me prestás la tijera?
—¿Por qué, mejor, no llevás lápiz y papel? —el rostro de la mamá, que había comenzado a mostrar preocupación, se tranquilizó cuando Luciano dijo:
—Bueno má.
Douglas
Wright
—Mamá ¿por qué, aunque la manguera del jardín esté enrollada, el agua sale derecha? —preguntó.
—No lo sé, Luciano —la mamá caminó hasta la ventana y se puso a mirar en la misma dirección que su hijo.
—Debe ser porque el agua no tiene memoria y, cuando llega al final de la manguera, ya no se acuerda de las curvas —Luciano señalaba con el dedo y hacía movimientos circulares.
—Puede ser —respondió la mamá, pensativa.
—Igual que el espiral para los mosquitos: aunque está enrollado, el humo sale derecho, menos cuando hay viento. Pero entonces debe ser el viento el que está enrollado, supongo —ahora Luciano miraba a su mamá.
Ella bajó la mirada de la ventana y respondió:
—Ahá.
—En cambio el alambre es distinto. Si está enrollado después es un lío enderezarlo. Se nota que el alambre sí tiene memoria.
—Hmmm...
—Pero la música que está en un disco, por ejemplo, está guardada en círculos, enrollada como la manguera o el espiral para los mosquitos, y después sale derecha ¿no?, igual que el agua o el humo.
—Así es, Luciano —dijo la mamá, mirando atentamente la mano de su hijo, que ahora dibujaba una línea recta.
—Yo pienso que en el caso de la música la cuestión es diferente. Creo que la música tiene una gran memoria y se acuerda de enderezarse antes de salir. Así la podemos escuchar bien.
—Sí.
—Los pelos colorados de Romina están enrollados en su cabeza. Hoy se cortó uno y no lo pudimos enderezar.
—¿Sí?
—Debe ser por eso que Romina tiene tan buena memoria.
—¡Ahhh...!
—Bueno má, me voy a investigar estas cuestiones de la memoria. ¿Me prestás la tijera?
—¿Por qué, mejor, no llevás lápiz y papel? —el rostro de la mamá, que había comenzado a mostrar preocupación, se tranquilizó cuando Luciano dijo:
—Bueno má.
23 de marzo de 2023
Luciano y su mamá - VIII
Luciano y su mamá -
VIII
Los nombres de los días
—Mamá, decime, ¿por qué llamamos
"hoy" al día de hoy, si mañana lo vamos a llamar "ayer"?
—Luciano miraba fijamente a su mamá que estaba sentada frente al escritorio del
estudio. Con una expresión seria, ella leía atentamente un papel con mucho
texto escrito en letra chica.
—Son nombres relativos, Luciano. No absolutos. No definitivos —respondió la mamá mientras firmaba el papel.
—Entonces podríamos llamarlo "ayer" al día de hoy. Así mañana conservaría el mismo nombre. ¿No te parece? —Luciano se había acercado más y la miraba con insistencia.
—Me parece complicado, Lú —respondió la mamá. Cerró la lapicera y la apoyó sobre el escritorio.
—¿No es más complicado que los días cambien siempre de nombre? También el día de “mañana”, mañana se va a llamar "hoy".
—Es muy cierto.
—¿No sería mejor que cada día tuviese un nombre, como Tomás, Martín o Mariana?
La mamá le prestaba a Luciano toda su atención. Dijo:
—Sería bueno. Podríamos llamarlos “Lunes”, “Martes” y “Miércoles”. ¿Qué te parece?
—Buenísimo. Sos un genio, mamá. Pero yo conozco a dos chicos que se llaman Tomás, y a tres que se llaman Martín.
—Entonces, Lucín, para que no haya dudas, les agregamos un número y un apellido. Por ejemplo: “Lunes, cuatro, de Enero”.
—Ahora sí que está todo resuelto, má —dijo Luciano, con entusiasmo.
—Me alegro, hijo.
Luciano dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta. A mitad de camino se detuvo y dijo:
—Me voy a jugar con... ¿cómo se llama el día de hoy?
—“Miércoles”, Lú. “Miércoles, siete, de Mayo”.
—Voy a jugar todo el día con “Miércoles, siete, de Mayo”, entonces. Chau, má —Luciano abrió la puerta del estudio y salió. La mamá continuó estudiando el papel escrito con letra chica. Ahora sonreía.
Douglas
Wright
—Son nombres relativos, Luciano. No absolutos. No definitivos —respondió la mamá mientras firmaba el papel.
—Entonces podríamos llamarlo "ayer" al día de hoy. Así mañana conservaría el mismo nombre. ¿No te parece? —Luciano se había acercado más y la miraba con insistencia.
—Me parece complicado, Lú —respondió la mamá. Cerró la lapicera y la apoyó sobre el escritorio.
—¿No es más complicado que los días cambien siempre de nombre? También el día de “mañana”, mañana se va a llamar "hoy".
—Es muy cierto.
—¿No sería mejor que cada día tuviese un nombre, como Tomás, Martín o Mariana?
La mamá le prestaba a Luciano toda su atención. Dijo:
—Sería bueno. Podríamos llamarlos “Lunes”, “Martes” y “Miércoles”. ¿Qué te parece?
—Buenísimo. Sos un genio, mamá. Pero yo conozco a dos chicos que se llaman Tomás, y a tres que se llaman Martín.
—Entonces, Lucín, para que no haya dudas, les agregamos un número y un apellido. Por ejemplo: “Lunes, cuatro, de Enero”.
—Ahora sí que está todo resuelto, má —dijo Luciano, con entusiasmo.
—Me alegro, hijo.
Luciano dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta. A mitad de camino se detuvo y dijo:
—Me voy a jugar con... ¿cómo se llama el día de hoy?
—“Miércoles”, Lú. “Miércoles, siete, de Mayo”.
—Voy a jugar todo el día con “Miércoles, siete, de Mayo”, entonces. Chau, má —Luciano abrió la puerta del estudio y salió. La mamá continuó estudiando el papel escrito con letra chica. Ahora sonreía.
22 de marzo de 2023
Luciano y su mamá - VII
Luciano y su mamá -
VII
Caperucita y el lobo
Una mujer rubia sonreía desde la tapa de
una revista. Estaba arriba de una pila desordenada, sobre la mesa ratona de la
sala de espera del consultorio médico. La mamá de Luciano la tomó y comenzó a
hojearla distraídamente. Las otras revistas mostraban a señores de traje
oscuro, lanchas con motor fuera de borda, y aparatos raros. Una tenía en la
tapa el dibujo de un corazón rojo del que salían venas y arterias que parecían
las ramas y las raíces cortadas de un árbol viejo. “Aquí no hay revistas para
chicos”, pensó Luciano, “y eso que es el consultorio del pediatra”. Luciano
esperaba su turno para una revisación de rutina.
—Hoy, en el Jardín, la seño nos leyó el cuento de Caperucita Roja y el lobo feroz —dijo.
—¿Ah, sí? ¿Y qué te pareció? —preguntó la mamá, levantando la mirada de la revista.
—¡Pobre lobo! —respondió Luciano, con cara de preocupación.
—¿Por qué? —la mamá había dejado la revista sobre el brazo del sillón y miraba a Luciano de lleno.
—Me dio lástima por él. La pasa mal.
—Sí, es verdad.
—Y también la abuela, pobre. Estaba tranquila en su casa, sin molestar a nadie, y se la comen. Terrible.
—Es verdad. Caperucita es un cuento antiguo, Luciano. De cuando la gente vivía en el campo, y en los bosques había animales peligrosos. No sólo lobos.
—Ah ¿sí?
—Sí. Supongo que le contaban esa historia a los chicos para asustarlos un poco, y así tuvieran cuidado cuando andaban solos por el campo. Y para que no se metieran en el bosque, por ejemplo...
Luciano escuchaba con atención las explicaciones de su mamá.
—Claro —respondió.
—Y para que no se metieran en problemas —agregó la mamá.
—Entonces tendrían que contarle el cuento de Caperucita a las abuelas —dijo Luciano—, para que tengan cuidado cuando se quedan en su casa.
—Tenés razón, Luciano.
—Y sobre todo, habría que contárselo a los lobos, para que no se metan con las personas.
—Es verdad, Lú.
—Las personas son más peligrosas que los lobos, creo —reflexionó Luciano.
—Es posible, Luciano. Es posible.
La enfermera los llamaba desde la puerta abierta del consultorio. Luciano y su mamá se pusieron de pie.
—Bueno, mami, cuando llegue a casa voy a hacer un dibujo.
—Me parece buena idea. ¿Qué vas a dibujar? ¿El consultorio?
—No, má. Voy a dibujar a la mamá loba contándole el cuento de Caperucita a sus hijos, para que tengan cuidado.
—Buena idea, Lucín.
La enfermera sonreía mientras cerraba la puerta detrás de Luciano y su mamá.
Douglas
Wright
—Hoy, en el Jardín, la seño nos leyó el cuento de Caperucita Roja y el lobo feroz —dijo.
—¿Ah, sí? ¿Y qué te pareció? —preguntó la mamá, levantando la mirada de la revista.
—¡Pobre lobo! —respondió Luciano, con cara de preocupación.
—¿Por qué? —la mamá había dejado la revista sobre el brazo del sillón y miraba a Luciano de lleno.
—Me dio lástima por él. La pasa mal.
—Sí, es verdad.
—Y también la abuela, pobre. Estaba tranquila en su casa, sin molestar a nadie, y se la comen. Terrible.
—Es verdad. Caperucita es un cuento antiguo, Luciano. De cuando la gente vivía en el campo, y en los bosques había animales peligrosos. No sólo lobos.
—Ah ¿sí?
—Sí. Supongo que le contaban esa historia a los chicos para asustarlos un poco, y así tuvieran cuidado cuando andaban solos por el campo. Y para que no se metieran en el bosque, por ejemplo...
Luciano escuchaba con atención las explicaciones de su mamá.
—Claro —respondió.
—Y para que no se metieran en problemas —agregó la mamá.
—Entonces tendrían que contarle el cuento de Caperucita a las abuelas —dijo Luciano—, para que tengan cuidado cuando se quedan en su casa.
—Tenés razón, Luciano.
—Y sobre todo, habría que contárselo a los lobos, para que no se metan con las personas.
—Es verdad, Lú.
—Las personas son más peligrosas que los lobos, creo —reflexionó Luciano.
—Es posible, Luciano. Es posible.
La enfermera los llamaba desde la puerta abierta del consultorio. Luciano y su mamá se pusieron de pie.
—Bueno, mami, cuando llegue a casa voy a hacer un dibujo.
—Me parece buena idea. ¿Qué vas a dibujar? ¿El consultorio?
—No, má. Voy a dibujar a la mamá loba contándole el cuento de Caperucita a sus hijos, para que tengan cuidado.
—Buena idea, Lucín.
La enfermera sonreía mientras cerraba la puerta detrás de Luciano y su mamá.
21 de marzo de 2023
Luciano y su mamá - VI
Luciano y su mamá -
VI
El sabor de la música
Luciano y su mamá recorrían los pasillos
del supermercado haciendo las compras de alimentos para la semana. Ella leía
cuidadosamente la etiqueta de un frasco de salsa de tomate cuando él le
preguntó:
—Má, ¿la música tiene gusto?
—¿Cómo si tiene gusto, Luciano? —dijo la mamá, dejando el frasco otra vez en el estante.
—Sí, digo si tiene sabor.
—No lo creo. La música se escucha con los oídos. Y el sentido del oído es distinto del sentido del gusto —mientras decía esto, la mamá empujaba el carrito metálico rumbo al sector de las frutas y las verduras.
—Ah, porque yo, cuando toco la flauta, le siento un gusto dulzón —Luciano asomaba la punta de la lengua entre los labios.
—Entonces, Lú, es la flauta la que tiene sabor, no la música.
—Yo pensaba que la flauta era música que andaba volando por el aire, que el fabricante de instrumentos la atrapaba y la moldeaba hasta darle esa forma alargada, y que cuando uno soplaba por los agujeritos la dejaba nuevamente en libertad.
—Hmm... puede ser —respondió la mamá—. Es una linda idea —agregó mientras ponía algunos tomates en una bolsa. Tenían el mismo brillo y color que el carro de bomberos de Luciano.
—Entonces, la flauta "es" música, mamá —dijo Luciano con determinación.
—Y, sí. De algún modo sí.
—¡Entonces la música sí tiene sabor! La de mi flauta tiene un gusto dulzón.
—Sin duda, Luciano —concluyó la mamá mientras marchaban rumbo a la caja.
—Bueno, má, cuando llegue a casa voy a tocar el tambor de lata para ver qué gusto tiene.
Douglas Wright
—Má, ¿la música tiene gusto?
—¿Cómo si tiene gusto, Luciano? —dijo la mamá, dejando el frasco otra vez en el estante.
—Sí, digo si tiene sabor.
—No lo creo. La música se escucha con los oídos. Y el sentido del oído es distinto del sentido del gusto —mientras decía esto, la mamá empujaba el carrito metálico rumbo al sector de las frutas y las verduras.
—Ah, porque yo, cuando toco la flauta, le siento un gusto dulzón —Luciano asomaba la punta de la lengua entre los labios.
—Entonces, Lú, es la flauta la que tiene sabor, no la música.
—Yo pensaba que la flauta era música que andaba volando por el aire, que el fabricante de instrumentos la atrapaba y la moldeaba hasta darle esa forma alargada, y que cuando uno soplaba por los agujeritos la dejaba nuevamente en libertad.
—Hmm... puede ser —respondió la mamá—. Es una linda idea —agregó mientras ponía algunos tomates en una bolsa. Tenían el mismo brillo y color que el carro de bomberos de Luciano.
—Entonces, la flauta "es" música, mamá —dijo Luciano con determinación.
—Y, sí. De algún modo sí.
—¡Entonces la música sí tiene sabor! La de mi flauta tiene un gusto dulzón.
—Sin duda, Luciano —concluyó la mamá mientras marchaban rumbo a la caja.
—Bueno, má, cuando llegue a casa voy a tocar el tambor de lata para ver qué gusto tiene.
20 de marzo de 2023
Luciano y su mamá - V
Luciano y su mamá - V
La cuestión de la
edad
El periódico doblado dibujó un arco perfecto sobre la
cerca del jardín del frente de la casa de Luciano para caer en la galería y
topar contra la puerta de entrada con un seco “flop”. “Un tiro perfecto”, pensó
Luciano mientras el repartidor de periódicos le guiñaba un ojo desde la
bicicleta en movimiento. Luciano iba de la mano de su mamá rumbo a la escuela.
El sol de la mañana le sacaba reflejos brillantes a su mochila verde.
—Má, ¿vos alguna vez fuiste chica? —le preguntó Luciano.
—Sí, Luciano, yo también fui chica, como vos. —Luciano sentía la presión suave y firme de la mano de su mamá a través del guante de lana.
—¡Pero yo no soy chica, mamá! Yo soy un chico.
—Me refiero a que tenía pocos años, como vos.
—Ah. ¿Y a qué edad naciste?
—A ninguna edad, Luciano. Primero nací y fui un bebé. Después fui creciendo, y cumpliendo años, como todos —explicó la mamá. Con la mano libre respondía el saludo de una vecina que había salido a recoger su periódico.
—¿También fuiste un bebé? —preguntó Luciano.
—Sí, Luciano. Increíble, ¿no?
—Totalmente. ¿Y quién era tu mamá? —habían llegado a la esquina y esperaban el cambio del semáforo para cruzar.
—La abuela era mi mamá. Y todavía lo es.
—¿La abuela?
—Sí, la abuela era más joven en esa época, más o menos como yo ahora, y era mi mamá.
—¿La abuela era más joven? —la cara de Luciano reflejaba un gran asombro.
—Parece mentira, ¿no?
—Sí. Como una película de Ciencia Ficción.
El semáforo dio la luz verde, los autos se detuvieron ante la senda peatonal, y Luciano y su mamá comenzaron a cruzar:
—Sí, Lú... de Ciencia Ficción.
Douglas Wright
—Má, ¿vos alguna vez fuiste chica? —le preguntó Luciano.
—Sí, Luciano, yo también fui chica, como vos. —Luciano sentía la presión suave y firme de la mano de su mamá a través del guante de lana.
—¡Pero yo no soy chica, mamá! Yo soy un chico.
—Me refiero a que tenía pocos años, como vos.
—Ah. ¿Y a qué edad naciste?
—A ninguna edad, Luciano. Primero nací y fui un bebé. Después fui creciendo, y cumpliendo años, como todos —explicó la mamá. Con la mano libre respondía el saludo de una vecina que había salido a recoger su periódico.
—¿También fuiste un bebé? —preguntó Luciano.
—Sí, Luciano. Increíble, ¿no?
—Totalmente. ¿Y quién era tu mamá? —habían llegado a la esquina y esperaban el cambio del semáforo para cruzar.
—La abuela era mi mamá. Y todavía lo es.
—¿La abuela?
—Sí, la abuela era más joven en esa época, más o menos como yo ahora, y era mi mamá.
—¿La abuela era más joven? —la cara de Luciano reflejaba un gran asombro.
—Parece mentira, ¿no?
—Sí. Como una película de Ciencia Ficción.
El semáforo dio la luz verde, los autos se detuvieron ante la senda peatonal, y Luciano y su mamá comenzaron a cruzar:
—Sí, Lú... de Ciencia Ficción.
Luciano y su mamá - IV
Luciano y su mamá - IV
El descubrimiento de
América
Tic-tic. Tic-tic. Tic-tic. Tic-tic. A Luciano le encantaba el ruidito que hacía el
indicador de giro del tablero del auto. La pequeña luz que se prendía y se
apagaba tenía el color de las espadas luminosas de los Caballeros de la
Galaxia. La mamá iba al volante y viajaban rumbo al campo de deportes de la
escuela. Era día de fútbol.
—Mamá, hoy la maestra nos contó que Colón
fue en un barco y descubrió América —Luciano, desde el asiento trasero, le
hablaba a la espalda de su mamá.
—¡Qué interesante, Lú! —dijo la mamá por el espejo retrovisor. A Luciano le parecía un antifaz de vidrio que flotaba en el aire.
—Pero digo yo, si cuando llegaba en el barco los indios los vieron primero, ¿no son los indios los que lo descubrieron a él? —Luciano se corrió hacia un costado, estirando un poco el cinturón de seguridad, para poder ver el perfil de su mamá.
—Tal vez sí —respondió la mamá, dándose vuelta. Estaban detenidos frente al semáforo en rojo.
—De todos modos, si los indios vivían en América, eso quiere decir que ellos la descubrieron primero ¿no? —El dedo índice de Luciano estaba levantado indicando el número uno.
—Absolutamente, Lú —la mamá había puesto el auto nuevamente en marcha y miraba otra vez hacia adelante.
—Tal vez lo que sucedió fue que, en el mismo momento en que un marinero de Colón, que estaba trepado a un palo del barco, gritaba "Tierra a la vista" —tal como nos contó la maestra—, un indio, que estaba trepado a un árbol de la playa, gritaba "Barco a la vista"... —Luciano se había puesto una mano sobre los ojos a modo de visera.
—Puede haber ocurrido así —respondió la mamá mientras detenía el auto en la playa de estacionamiento del campo de deportes.
—Entonces má, el descubrimiento de América fue un empate —dijo Luciano, entusiasmado.
—Tenés razón, Luciano. Fue un empate —acordó la mamá, que ahora desprendía el broche del cinturón de seguridad. Se dieron un beso, ella abrió la puerta trasera, y Luciano salió corriendo a encontrarse con sus compañeros de equipo.
Douglas
Wright
—¡Qué interesante, Lú! —dijo la mamá por el espejo retrovisor. A Luciano le parecía un antifaz de vidrio que flotaba en el aire.
—Pero digo yo, si cuando llegaba en el barco los indios los vieron primero, ¿no son los indios los que lo descubrieron a él? —Luciano se corrió hacia un costado, estirando un poco el cinturón de seguridad, para poder ver el perfil de su mamá.
—Tal vez sí —respondió la mamá, dándose vuelta. Estaban detenidos frente al semáforo en rojo.
—De todos modos, si los indios vivían en América, eso quiere decir que ellos la descubrieron primero ¿no? —El dedo índice de Luciano estaba levantado indicando el número uno.
—Absolutamente, Lú —la mamá había puesto el auto nuevamente en marcha y miraba otra vez hacia adelante.
—Tal vez lo que sucedió fue que, en el mismo momento en que un marinero de Colón, que estaba trepado a un palo del barco, gritaba "Tierra a la vista" —tal como nos contó la maestra—, un indio, que estaba trepado a un árbol de la playa, gritaba "Barco a la vista"... —Luciano se había puesto una mano sobre los ojos a modo de visera.
—Puede haber ocurrido así —respondió la mamá mientras detenía el auto en la playa de estacionamiento del campo de deportes.
—Entonces má, el descubrimiento de América fue un empate —dijo Luciano, entusiasmado.
—Tenés razón, Luciano. Fue un empate —acordó la mamá, que ahora desprendía el broche del cinturón de seguridad. Se dieron un beso, ella abrió la puerta trasera, y Luciano salió corriendo a encontrarse con sus compañeros de equipo.
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