Ésta es mi casa,
ésta es tu casa,
la casa mía,
tuya y de aquél.
La de María,
la de Roberto,
la de Juliana,
la de Miguel.
El piso de mi casa
es de pasto y de tierra,
con un lago y un río,
un monte y una sierra.

Ésta es mi casa,
ésta es tu casa,
la casa mía,
tuya y de aquél.
La de Ricardo,
la de Mariana,
la de Martín,
la de Raquél.
El techo de mi casa
es un cielo celeste
que brilla por el norte,
que brilla por el este.

Ésta es mi casa,
ésta es tu casa,
la casa mía,
tuya y de aquél.
La de Cecilia,
la de Mariano,
la de Lucía,
la de Manuel.

La luna se mira,
se mira al espejo
donde hay otra luna
que es su reflejo.
Se parece un poco
a lo que ella es;
se parece mucho
pero al revés.
La luna es la luna,
tan sólo la luna.
No es disco de plata
ni plato de lata,
ni alhaja costosa
ni joya barata;
yo digo: la luna
no es cosa ninguna.
Tan sólo es la luna,
la luna: la luna.
La luna, la luna;
como ella: ninguna.
El cielo está lleno
de cosas muy bellas,
de soles, planetas,
meteoros y estrellas;
pero como ella,
yo digo: ninguna.
Tan sólo la luna,
la luna, la luna.
Me dicen que sí,
me dicen que no;
las ramas del árbol
me dicen “tal vez”.
De arriba hacia abajo,
de un lado a otro lado,
se mecen, se mecen,
una y otra vez.

Uno y otro y otro y otro,
y otro y otro y otro más;
así pasa con los días:
nunca dejan de pasar.

Yo camino hacia tu lado,
y tu vienes hacia acá;
a lo largo del camino
ya nos vamos a encontrar.

Somos personas afines,
las mismas cosas queremos,
y así, sólo con mirarnos,
sin hablar, nos entendemos.
Estos árboles gigantes
van tomados de la mano
y hacen su ronda, en silencio,
justo donde estoy sentado.

Yo no sé cómo sé
que yo sé que yo sé...
(Sólo sé que yo sé
que yo sé que yo sé.)
Cada vez que ella se ríe
todo, todo es una fiesta;
alegre, clara, sonora:
¡no hay otra risa como ésta!
Estos árboles tan altos,
con sus ramas hasta el cielo,
unen las nubes de arriba
con el pasto aquí en el suelo.

“Eso" que anda por ahí,
no puede ser atrapado;
si puede ser atrapado,
ya no anda por ahí.
Si quiere venir, que venga
-si se le da por venir-;
inútil es retenerlo,
hay que dejarlo partir.
Sólo si se va regresa
-sólo vuelve si se va-,
y yo dejo que se vaya
porque sé que volverá.
Eso que se va es “eso”,
y “eso” es también lo que viene;
y yo llamo “eso” a eso
porque ningún nombre tiene.
“Eso” es todo lo que ves
y también lo que no ves;
y “eso” es todo lo que es
y todo lo que no es.
Yo sé que es fresco el frescor
y es caluroso el calor,
y que si quiero dulzor:
¡caramelo y alfajor!

Estoy sentado, tranquilo,
en un banco de la plaza,
y un grupo de árboles altos
con su silencio me abraza.
Aire, aire, cuánto aire,
aire para respirar;
aire fresco, aire puro,
aire de sierra o de mar.
Las piernas me llevan solas
de un lugar a otro lugar,
y yo paseo contento:
¡qué lindo que es caminar!
