4 de abril de 2011

Luciano y su mamá - III




Los dinosaurios


Una mariposa apareció volando entre los árboles del jardín vecino, cruzó la cerca de madera blanca y revoloteó por encima del jardín del fondo de la casa de Luciano haciendo tres o cuatro piruetas acrobáticas. Bajó en picada y planeó por encima del pañuelo floreado de la mamá de Luciano, que estaba arrodillada sobre un cantero de flores. Luciano hacía andar su auto de juguete por el sendero de ladrillos mohosos entre los que crecía el pasto. Era una ruta accidentada y por eso le gustaba. Se acercó a su mamá por detrás y le preguntó:
—Má, ¿los dinosaurios existieron?
—Sí, Luciano —respondió la mamá mientras sus manos enguantadas manejaban con cuidado unas tijeras de podar.
—¿Vos viste alguno?
—No, Lucín, fue mucho antes de mi época.
—¿Y la abuela los vio?
—No, Lú. Fue antes de la abuela, también.
—Éeeehhh... ¿Tanto?
—Sí, Luciano... ¡Tanto!
—¿Cuánto, má?
La mamá sacaba con cuidado, una por una, las hojas secas. Respondió:
—Unos sesenta millones de años antes de que apareciera el hombre.
—Pero vos y la abuela son mujeres —argumentó Luciano.
Ahora la mamá interrumpía por un momento su tarea para mirarlo cara a cara mientras le decía:
—Sí, Luciano. Sesenta millones de años antes de que aparecieran las mujeres, también.
—¿Que es un millón de años, mamá?
—Un millón de años es como... muchas, muchas abuelas —la mamá abría los brazos como si abrazara algo muy grande.
—Ah, bueno. Me voy a mi pieza. Me dieron ganas de jugar con los dinos de goma. Chau.
Luciano caminó hacia la puerta de entrada, la mamá retomó el cuidado de las flores y, sobre una mata de pasto que crecía entre dos ladrillos del sendero, quedó estacionado el auto de juguete.


Douglas Wright

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