27 de julio de 2013

Los misterios de la abuela Agatha - Las escamas del pez de Calais





Los misterios de la abuela Agatha

Las escamas del pez de Calais



Nadie se había dado cuenta de que Charles había nadado de ida y de vuelta el Canal de la Mancha salvo la abuela Agatha.

(Tanto Charles como Agatha —junto con diez sospechoso más— habían sido invitados a pasar unos días en una magnífica mansión de la costa. La abuela Agatha era invitada siempre que un crimen se estaba por cometer...)

Charles había partido inmediatamente después de la cena, y había regresado justo antes del desayuno fresquito como una lechuga.

Dos escamas en la mejilla derecha de Charles llamaron la atención de la abuela Agatha (dos escamas de un pez que sólo se hallaba en la costa de Calais —al otro lado del Canal de la Mancha).

“Una escama, vaya y pase”, pensó Agatha; “dos constituyen una prueba irrefutable: Charles es el asesino”.

(Como ocurre en este tipo de historias, importa más quién es el asesino que quién es el asesinado —a menos que el asesino mismo sea asesinado.)

Epílogo.

La abuela Agatha no albergaba rencor alguno contra Charles, que sólo había sido el objeto de su inagotable curiosidad. Como prueba de ello —y de su espíritu de “buena deportista”— utilizó el argumento de las escamas para lograr que Charles fuera juzgado en Francia, donde no existe la horca —y donde la guillotina ya cayó en desuso.

Charles cumple su condena en la prisión de Calais donde, como ayudante de cocina, pasa sus días quitándole las escamas a los peces de la costa que les sirven de alimento.


Douglas Wright

 

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