La perla en el lago
Dicen que en el fondo del lago
hay una perla enorme, valiosa. Hay quienes revuelven el fondo, de norte a sur,
buscándola. Y están los que piensan que al fondo de lago no hay que revolverlo de
norte a sur sino de este a oeste. “Sólo así se encontrará la perla”, dicen.
Así, el lago es revuelto de un
modo o de otro según el grupo que esté en el mando.
También están aquellos que
piensan que el lago debería ser revuelto en círculos (en el sentido de las
agujas del reloj, piensan unos y “¡no, no, en el sentido contrario!”, piensan
otros). Y están aquellos que opinan que habría que revolverlo en zig-zag o en
rulos —o escribiendo unas palabras mágicas… (Aunque éstos nunca llegan a estar
al mando, de algún modo, también, revuelven aguas.)
De este modo, por supuesto, las
aguas están siempre turbias y no sólo no se ve la famosa perla sino que no se
ve absolutamente nada —y el agua tiene siempre gusto a barro.
¿Por qué no dejar de revolver? ¿Por
qué no dejar que el agua alcance, sola, su estado de reposo, y así se aclare y
se pueda ver el fondo? Tal vez, al fin y al cabo, no haya ninguna perla…
¿Se han fijado qué lindas que
son las piedras de la orilla —algunas con un poquito de verdín? ¡Ah, y esos
caracolitos espiralados!...
El Viejo Now
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