¡Qué aventura fascinante!
(mi aventura caminante)
Hoy hice un
experimento
—un sabio me lo
enseñó—:
estiré una línea
curva
—digo, una
circunferencia—,
la estiré y la
estiré
—la estiré hasta el
infinito—
hasta que recta
quedó.
Entonces, sobre esta
recta,
yo me puse a caminar,
caminar y caminar,
digamos que al
infinito
—¡un ratón, más que
un ratito!—
hasta que al fin me
di cuenta
que empezaba a
regresar.
¡Ah, qué sorpresa
tan linda,
qué sorpresa
interesante!;
volvía del otro lado
de aquella curva infinita
—que era ahora línea
recta,
como una recta
perfecta—:
¡qué aventura
fascinante,
mi aventura
caminante!
—este volver por
atrás
habiendo ido
adelante.
El Jardinero Mágico
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