Mir y yo - (mensajes)
Vivo solo (en mi planeta de otoños y de plazas) y, si bien
mi higiene personal es algo que cuido, en las superficies horizontales de mi
casa tiende a juntarse algo de plovo (“tierrita”, como la llamo yo).
De vez en cuando (muy de vez en cuando, en realidad), le
paso un trapo a la tierrita que se junta sobre la mesa, el escritorio y los
estantes de la biblioteca.
Fue en esas pasadas que descubrí los mensajes: primero un
corazón, después un sol y, finalmente, una flor.
Mir viene a visitarme y, por un rato que parece una
eternidad en miniatura, juega conmigo a ser más marcianos de lo que somos.
Después, Mir regresa a su planeta (ése que me guiña un ojo las tardes de
invierno).
Y ahí, sobre la mesa, el escritorio y los estantes de la
biblioteca —dibujados en la tierrita—, quedan los mensajes de Mir:
un corazón infantil (para mi corazón infantil),
un sol (para mi cabeza, que va a mil),
y una flor (para mi alma, que tanto la necesita).
Douglas Wright
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