23 de mayo de 2013
Llueve
Llueve
Llueve.
No hay ventanales mojados (llenos de gotitas brillantes), pero llueve.
No hay noches de hastío y de frío (ni garúa temblorosa del “Polaco”), pero llueve.
No hay hojas tropicales (grandes, verdes y carnosas), ni empedrados fríos, ni alcantarillas ruidosas, pero llueve.
No hay puentes de Manhattan o La Boca (ni niebla de Londres o nieblas del Riachuelo), pero llueve.
No hay paraguas de Cherburgo, pero llueve.
No hay paraguas de ningún tipo (cientos de miles de paraguas —cerrados y finitos como bastones, abiertos, hinchados como paracaídas, o como murciélagos enormes, o como la capa de Batman), pero llueve.
No hay nocturno y solitario asfalto mojado de película policial, pero llueve.
No hay gabardina de detective, ni capote de la Segunda Guerra, ni capa de timonel, pero llueve.
No hay botas de goma, ni pilotos de plástico (ni Gene Kelly Singing in the Rain), pero llueve.
No hay ráfagas de lluvia que azotan de costado, ni lenta y mansa lluvia vertical, pero llueve.
No hay tap-tap en los techos, ni plip-plip en los charcos, pero llueve.
En realidad no llueve.
Pero llueve.
Douglas Wright
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