Veo las casas del barrio
desde el aire, desde arriba,
siento un poquito de hambre
y me pica la barriga.
Vuelo sobre la ciudad,
sus calles, sus avenidas,
y, mientras tanto, me como
unos sándwiches de miga.
La Tierra flota allá abajo,
como una enorme pelota,
llegó la hora del postre:
unas peras en compota.
Paso al lado de la Luna,
redonda, blanca, brillante,
masticándome una barra
de chocolate crocante.
El cielo está todo negro,
lleno de puntos plateados,
para hacer tiempo, me tomo
un cucurucho de helado.
Ya tengo Marte a la vista,
ya casi estoy por llegar,
voy a caer justo, justo,
¡a la hora de cenar!
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