15 de julio de 2012

El guerrero y el sabio

        
     Esto ocurrió en Oriente (que es un lugar que está mucho más allá) hace mucho, mucho tiempo (que es un tiempo que está mucho más allá): el encuentro entre un guerrero y un sabio.
     El guerrero era guerrero porque era fuerte y peleaba con todos (y siempre ganaba).
     El sabio era sabio porque se había dado cuenta de que no sabía nada (y vivía en paz).
     El guerrero lo desafió a pelear, porque sí (porque era guerrero y peleaba con todos).
     El sabio dijo que no, también porque sí.
     Él no peleaba con nadie, dijo, entonces nadie podía pelear con él (para pelear hacían falta dos).
     El guerrero dijo que peleaba con todos, y pelearía también con él.
     El sabio lo miró, y no dijo nada.
     Tampoco dijo nada cuando el guerrero arrojó una espada a sus pies y le dijo que si no peleaba lo mataría.
     Y así, en silencio, miraba el sabio cómo el sol de la mañana se reflejaba en la hoja de la espada que estaba a sus pies, cuando la espada del guerrero lo partió en dos.
     El guerrero, furioso, sintió que por primera vez lo habían derrotado.
     “Dijo que no pelearía, y no peleó”, pensó el guerrero.
     “Y, aunque lo maté, esa no fue una pelea”, volvió a pensar.
     “Entonces ganó él”, pensó por tercera vez (lo que era pensar más de lo que había pensado nunca).
     Y así anduvo el guerrero (por los caminos de Oriente y sin ganas de pelear), pensando, pensando, pensando... (tal vez algún día se haya convertido en sabio).
  

     Douglas Wright
 

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