18 de abril de 2012
Proyecto: guión
—La cosa es fácil —le dijo Ezequiel a Matías—. Esta tarde tenemos que dejar terminado el guión para la obra de teatro del acto de fin de curso.
Matías se sentó del otro lado de la mesa redonda de la sala de la casa de Ezequiel, y mientras abría su cuaderno de tapas rojas, dijo:
—Para empezar tengo una idea simple. Un policía del futuro viaja al pasado (es decir, al presente) para detener a un tipo malo (un androide musculoso) que también viene del futuro (y que es su enemigo allá) y evitar que lo mate en este presente en el que el policía bueno es un chico que va al colegio y vive con su mamá.
—Está bien —dijo Ezequiel—. Es simple pero funciona. Además, por algún lado tenemos que empezar. ¡Yo ya tengo el final!
—Dale, ¿cuál es? —preguntó Matías.
—The End —dijo Ezequiel (exagerando la pronunciación).
—Genial. Nos vamos a anotar un poroto con la profesora de inglés.
—Además se me ocurre que el tipo, el policía bueno, viaja al presente en una nave rara. Podría tener dos puntas como los cuernos de un casco vikingo. —Ezequiel hizo un gesto con las manos sobre su cabeza.
—Me gusta, Zequi. Seguí...
Ezequiel (Zequi, para los amigos) continuó:
—En esa nave viaja, sin que nadie lo sepa, una criatura terrible. Mortífera. Alta como un jugador y medio de básquetbol (de los de la NBA), con una cabeza alargada y huesuda y una doble dentadura de metal en la boca, con dientes afiladísimos de acero no necesariamente inoxidable... total, si son para matar también pueden infectar, ¿no?
—Y una baba espesa y turbia —agregó Matías—, chorreando constantemente.
—Sí, como pegamento.
—Buenísimo —dijo Matías—. Tiene una sangre especial de un líquido verde radiactivo que si te salpica te derrite todo. Y puede escupir cartuchos como los de dinamita, pero más potentes.
—Un ser absolutamente invencible —Ezequiel se lo estaba imaginando—, una perfecta máquina de matar que va eliminando, uno a uno, a toda la tripulación, dejando al policía bueno sin posibilidad de salvación.
—¡Fantástico! —Matías ya estaba entusiasmado—. Entonces el policía bueno lo liquida y llega al presente.
—Bien resuelto, Mati.
—El tipo tiene una especie de pistolera como la de los cowboys pero con una bazooka recortada de tres caños y mira láser infraverde (que además de ver en la oscuridad le permite ver en la selva más tupida).
—Súper. El policía bueno ya está en el presente. Toma un ómnibus para ir al barrio de su infancia, y evitar que el androide malo, que también está en el presente, mate al chico —Ezequiel se había parado y estaba gesticulando—. El androide malo pone una bomba en el ómnibus en el que viaja el policía bueno, que va a explotar si no se la pasan andando a los piques por lugares peligrosos como puentes sin terminar de construir, avenidas de contramano y túneles de subterráneos. Él aprovecha para enamorarse de la conductora del ómnibus que es linda pero maneja muy mal.
—Y cuando llega a su casa (la de su infancia) el androide malo ya raptó a su madre, que desde la ventana del altillo alcanza a gritarle a su hijo que viene del colegio (y que es el policía bueno cuando era chico) que escape porque está en peligro —Matías tomó aire y continuó—. Y sobre todo, que no hable con extraños. Un flor de problema para el policía bueno, que no consigue que el chico que era él en el pasado confíe en el policía que es él en el futuro (es decir, en el presente). Un problema psicológico del que el androide malo va a intentar sacar partido.
—En ese preciso momento se inunda todo —Ezequiel trazó una línea horizontal con la mano—. El policía bueno aparece navegando en una balsa de troncos con el chico (con él, chico) mientras el androide malo es el líder de la tripulación de bandidos de un enorme buque oxidado (en el que mantiene prisionera a la madre). —Ezequiel cayó sentado sobre su silla, agotado.
—Bien —recapituló Matías—. Hasta ahora tenemos un policía bueno del futuro, un androide malo (también del futuro) que viene a matarlo, una madre y su hijo (del presente), un ómnibus desbocado, un poco de romance con la conductora (que maneja mal) y la cuestión de los barcos y el mar. ¿Qué nos falta?
Ezequiel estaba pensativo:
—Y... el policía bueno podría llegar a una isla gobernada por monos inteligentes donde se enamora de una chimpancé bonita (ya que la conductora del ómnibus desapareció en el mar, pobre), una mona muy mona. Ella lo salva de unos monos malos que quieren convertirlo en esclavo (y entonces se enamoran). Pero tienen que escapar y esconderse en la selva que está en medio de la isla de los monos. Los monos malos están a punto de atrapar al policía bueno y a su novia mona cuando...
—¡Miles de naves marcianas invaden la Tierra! —lo interrumpió Matías.
—¡Sí! —Ezequiel había recuperado su energía—. Millones de platos voladores (que emiten un silbido ululante) oscurecen el cielo de la Tierra (es decir, de la isla en medio del mar que es la Tierra ahora).
—El policía bueno —siguió Matías— se fabrica una nave espacial con los restos de su balsa de troncos (y algunas piedras y ramas que encuentra por ahí) y sale volando a luchar contra los marcianos.
—Por la ventanilla de uno de las platos voladores alcanza a ver al androide malo, que está ayudando a los marcianos (también malos) y a su madre, que sigue prisionera (pero que ya se está acostumbrando).
—El chico (que se quedó en la isla con la mona mona) descubre que si transmite por altoparlantes la voz de Homero Simpson, a los marcianos les estalla la cabeza (saltando jugo morado por todas partes) —Matías realmente creía que la voz de Homero podía enloquecer a cualquiera—. Los platos voladores empiezan a caer uno por uno. El que lleva a su mamá cae en el agua, cerca de la playa. El androide malo se golpea la cabeza contra un marco de metal y de repente se da cuenta de que no vale la pena seguir siendo malo (porque en una próxima película va a volver como un androide bueno y arrepentido de lo que hizo en la primera película y entonces para qué...). Deja libre a la madre (y hasta le da la mano para ayudarla a bajar a tierra).
—Y todo termina con una gran fiesta.
—¡Un musical, eso nos faltaba!
—Sí. Mientras una orquesta de seres extraterrestres muy raros y simpáticos tocan unos instrumentos (también raros y simpáticos) el mar se va evaporando, la tierra reverdece y los monos y los hombres (los que formaban la tripulación del gran buque oxidado y los que eran esclavos de los monos) hacen las paces para siempre.
—Todos cantan y bailan en el escenario al ritmo de una música rara (y simpática) —Matías ahora bailaba alrededor de la mesa, como poseído.
—Se ve a la madre reprendiendo al chico por no haberle hecho caso en eso de no hablar con extraños —agregó Ezequiel con cara seria.
—Mientras las luces se van apagando gradualmente, se ve al policía bueno y al androide malo (ahora bueno también) viajando en la nave de troncos (y piedras y ramas) de vuelta al futuro —ahora Matías miraba por la ventana y señalaba al cielo.
—Bueno, el guión ya está listo —dijo Ezequiel frotándose las manos (con un gesto de satisfacción)—. Ahora hay que pensar en los materiales para la utilería.
—Creo que vamos a necesitar unas seis placas de telgopor para la nave espacial— decía Matías mientras anotaba—, y dos rollos de goma EVA. No, mejor tres. Uno entero para el mar. Papel plateado para las estrellas y terciopelo negro para el cielo. Dos ventiladores (el de la Dirección y el de la Secretaría) para los efectos especiales.
—¡Y que cada uno traiga su disfraz y su arma!
—En la escena de la isla, podemos hacer que los monos hablen en un idioma inventado (con palabras como XYGR y LKXÑ) mientras vamos pasando una cinta de tela al pie del escenario (que se desenrolla de un lado y se va enrollando del otro) con los subtítulos en castellano.
—Y un cartel rojo con las palabras THE END.
Douglas Wright
"Él aprovecha para enamorarse de la conductora del ómnibus que es linda pero maneja muy mal". Una tipica historia hecha por un chico. Adorable, Douglas. Un gran saludo desde Beijing.
ResponderEliminarHola Leibi!...
ResponderEliminarGracias (me encanta esa parte, también.).
Beijing, Guau!!!
Un saludo grande para vos desde aquí.
Douglas.